Coincidencia, casualidad... no lo sé. Pero me llamó la atención cuando uní estas dos historias. Distintas ciudades, un siglo de diferencia, y sin embargo, el destino pareció conjurarse para que su trayectoria vital fuera muy parecida.
Empecemos con Elisabeth de Austria, familiarmente conocida como Sissi. Nacida en una familia noble, vivía en un castillo en el campo. El emperador Francisco José tenía que casarse para asegurar un heredero al trono de Austria. Tras una selección de posibles candidatas, se optó por la familia de Elisabeth. Fueron a visitarla, y quien más opciones tenía era la hermana mayor.
Sissi, la pequeña, tenía un carácter muy alegre y poco dado al protocolo, por lo que en principio estaba descartada.
De todas formas, la decisión final se tomaría en un baile en palacio, al que estaban invitadas todas las candidatas. Allí, Francisco José debía coger la mano de la elegida y comenzar el baile. Ante la sorpresa de todos, se dirigió a Sissi. Ella, asombrada, miraba a su alrededor, sin creer que fuera a ella, pero entonces el emperador le tomó la mano y la llevó al centro del salón.
Allí comenzó su nueva vida, que no iba a ser placentera.
Se iniciaron los preparativos de la boda y una aparente historia de amor. Porque yo sí creo que Francisco José estaba enamorado, pero pesaba más el poder que tenía su madre sobre él. Aquella niña dulce y alegre pronto se convertiría en una mujer infeliz. Pero no adelantemos acontecimientos.
Al principio, todo parecía ir bien. Recuerdo una escena de la película en la que Francisco José está en la balconada del jardín, y Sissi da vueltas por el campo. De pronto, ve un cervatillo y, emocionada, dice:
—¡Francisco José, un cervatillo!
Y él responde:
—Ahora no, Elisabeth. Ahora no.
En su rostro se vio la decepción. Pero el verdadero golpe llegó con el nacimiento de su primer hijo: se lo quitaron, pues no la consideraban capacitada para educar a un futuro emperador. Lo más doloroso fue que su marido no la defendiera. Su misión era ver al niño una vez al día, y ya estaba.
Con su familia lejos, y un marido totalmente absorbido por su madre, la soledad tuvo que ser insoportable. Ante los desprecios de esa mujer dominante y la ignorancia de su esposo, que jamás contradecía lo que ella decía, su personalidad quedó anulada por completo.
Cuando visité el palacio, la guía no hizo ningún comentario favorable hacia Elisabeth. Al contrario, la retrataba como una mujer frágil que padecía anorexia, basándose en un maniquí con un traje de cintura extremadamente estrecha.
Primero: los corsés de aquella época se apretaban hasta dejarte sin respirar. Segundo: la anorexia, como tal, ni siquiera se conocía. Las migrañas que sufría seguramente eran producto de las trenzas que se hacía, tan apretadas que le destrozaban la cabeza. Otro descubrimiento para la medicina.
Además, no se peinaba sola: lo hacían sus damas. Era depresiva, decían, porque comía sola en un cuarto. Extraño no es; sentarse a comer frente a aquella bruja sería un suplicio para cualquiera. Su marido, si hubiera querido, podría haber dicho:
—Si ella no come aquí, yo tampoco.
Pero no lo hizo.
Mientras la guía seguía con su repertorio, me alejé hasta una sala de juegos donde, decían, ella se refugiaba. Había dos filas de sillas a ambos lados, supongo que también sería una sala de música. Los espejos estaban estratégicamente colocados para reflejar las pinturas. Me pareció muy original. Sentí una paz tremenda en aquel silencio. No me extrañaría que fuese su lugar favorito.
Seguimos la visita, y oí las teorías más descabelladas: que ella misma le buscaba amantes al emperador para obtener libertad, como si el emperador necesitara ayuda con eso... Las cortesanas estaban deseando estar en su cama.
Sissi había despertado. Allí ya no era necesaria, y como el amor ya no existía, decidió hacer su vida.
Le pregunté a la guía:
—¿Cómo es posible que una mujer sin "virtudes" fuera la escogida?
Si lo que enamoró a Francisco José fue su inocencia, su alegría... él sabía que eso no encajaba en palacio.
No me contestó.
La historia terminó de forma trágica. En uno de sus viajes, Sissi se dirigió a Suiza. Paseaba de incógnito por una avenida muy transitada cuando un supuesto anarquista la apuñaló. El crimen siempre estuvo rodeado de misterio. ¿Dónde estaba el cortejo que siempre la acompañaba? ¿Dónde su dama? ¿Cómo supo el anarquista que ella estaría allí? En aquel momento no existían los medios ni la prensa del corazón.
Estuve en el lugar del suceso. Hay una placa que la recuerda. La visita termina con un audio del emperador comunicando la muerte de su esposa. Su voz se oía afectada. Tal vez remordimiento. Se perdió una gran mujer.
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Ahora vamos con Diana Spencer. Primera coincidencia: al igual que Sissi, la familia Spencer era noble. Escogieron a la hermana mayor, y fueron a comunicarlo, como dictaba el protocolo. Pero en este caso, Carlos ya estaba enamorado de una mujer casada, lo que hacía inviable ese matrimonio. Al ver a Diana, tímida y callada, decidió que sería perfecta y la que menos problemas daría.
Diana no había estudiado protocolo ni cultura clásica. Trabajaba en una guardería. Se anunció el compromiso, y poco después se casaron. Se convirtió en Diana de Gales. Tuvieron dos hijos.
En este caso, el principal enemigo fue Felipe de Edimburgo, el marido de la reina, que nunca llevó bien ser el segundo. Borracho y mala persona, la hizo sufrir mucho.
También la llamaron depresiva. Puso de moda el Prozac. Segunda coincidencia: también padecía anorexia. Tercera coincidencia: también sufría dolores de cabeza. Cómo no, con esa familia que ni la quería ni la respetaba.
A diferencia de Sissi —a quien no se le permitía contacto con el pueblo—, Diana se ganó el cariño popular. Fue la primera en visitar enfermos de sida. También visitó campos de minas, guarderías, hospitales. La reina Isabel jamás se acercó a nada de eso.
Llegó un momento en que, al igual que Sissi, decidió que esa situación debía terminar. Se separaron, y ella conservó el título. Podía seguir viendo a sus hijos y viajar con ellos. A partir de ahí, se escribieron muchas historias. Ya no tenía miedo.
Dio una entrevista televisiva y mirando de frente dijo:
—Desde el principio, en mi matrimonio éramos tres.
Parecía haber encontrado por fin la felicidad con Dodi Al-Fayed, hijo del dueño de los almacenes Harrods. Pero una noche, al salir del hotel Ritz de París, el coche en que viajaban chocó en un túnel. Murieron Diana, Dodi y el chófer. Solo se salvó el guardaespaldas.
Nunca se investigó a fondo. Que si el chófer estaba borracho, que si Diana estaba embarazada y eso no se podía permitir. Que si el heredero de la corona no podía tener un hermanastro árabe. Incluso se dijo que detrás estaba Felipe de Edimburgo. Nunca se probó nada. Ni siquiera la autopsia fue clara. El caso se cerró.
Al igual que Sissi, murió trágicamente. Dos grandes mujeres a quienes la vida no les sonrió.
Fecha: 30 de abril de 2025.
Esta es una historia de amor... diferente, pero una historia de amor al fin y al cabo.
Catalina era una linda muchacha, pero su caracter introvertido hacía que no se relacionara con nadie. Se quedó huérfana a temprana edad, vivía sola y solo tenía como compañía a una amiga de su madre, Roberta, quien la visitaba de vez en cuando.
Un día, Roberta le dijo:
—Catalina, tú no puedes seguir así. Mira, te voy a traer una planta que me regalaron hace poco. Es preciosa: cierra sus hojas por la noche, y nunca pierde la flor. Así te entretienes cuidándola.
Y así fue. A Catalina le hizo tanta ilusión, que empezó a salir a la calle, algo que hacía muchos años que no hacía, con su planta en una bolsa, como si fuera una mascota.
Roberta, estaba contenta; había acertado. Pero un día, estando de visita en casa de Catalina, se asustó un poco porque vio que esta trataba a la planta como si fuera una persona. Estaba comiendo con la planta a su lado, manteniendo una conversación.
Catalina, al ver la cara de su amiga, le dijo:
—No te asustes. Amor, así la llamo, me ha dado vida. Y, aunque no lo creas, me entiende. Sus hojitas no se cierran hasta que me duermo. Amiga, Amor es el amor de mi vida —añadió Catalina.
La amiga observaba el comportamiento de la planta, alucinada. En ese momento, unas lágrimas rodaron por las mejillas de Catalina, y Amor, con una de sus hojas, se las secó.
Catalina, era feliz. Murió a una avanzada edad, y su amor, Amor, permaneció siempre con ella hasta el final. El día que falleció, colocaron la planta junto a su cuerpo en el féretro, y ante los ojos atónitos de los presentes, a Amor se le cayeron sus últimas hojas. Estas rodearon el cuerpo de Catalina, y la planta se fue con su amiga.
Lo cuento como pasó. Podrán creerlo o no.
Fecha: 19 de noviembre de 2024.
Mariadel